LIBRE ELECCIÓN


Qué pensarías si te dijera que todo lo que has vivido y lo que vas a vivir tu lo elegiste antes de venir?
Quizás pensarías que es una locura pero si nos ponemos a reflexionar sobre qué tanta libertad tenemos nos daremos cuenta que estamos determinados desde que nacemos.
Tu ya tuviste antes de llegar a esta encarnación la libertad de elegir dónde nacerías, quienes serian tus padres, tus hermanos, etc... De acuerdo a tus vidas y experiencias pasadas hiciste todo un plan de evolución el cual en cuanto entraste a esta dimensión fue borrado de tu mente para que pudieras experimentar lo que es vivir en esta dimensión terrenal y pudieras decidir si crees o no crees en tu creador, ahi radica tu principal fuerza de elección, esa es la verdadera libertad de elección o libre albedrío. Cuando llegamos a la tercera dimensión por amor al creador me olvido quien soy pero hemos creado durante muchas vidas lazos karmicos que nos hacen estar determinados a nacer dónde podamos corregir nuestros errores y hacer mejores elecciones.
Se debe tener presente que cada nuevo estado que aparece en los seres de este mundo, debe ser entendido no como “existencia que surge de la ausencia”, sino como “existencia que surge de la existencia”. O sea, de una entidad real que ha sido despojada de su forma anterior para asumir su forma actual.


Es un hecho que existe una conexión general entre todas las piezas de la realidad que se encuentran bajo la ley de causalidad a modo de causa y efecto. Y al igual que el todo, así también cada una de las piezas en sí mismas. O sea que todas las criaturas de este mundo, comprendiendo los cuatro reinos: inanimado, vegetativo, animado y hablante, están sujetas a la ley de causalidad por la vía de causa y efecto.
Más aún, cada forma particular de comportamiento, al cual se aferra alguna criatura de este mundo, es impulsada por causas ancestrales que la fuerzan a asumir un determinado cambio de comportamiento, y no otro. Y esto resulta evidente para todo aquél que analice los comportamientos de la naturaleza desde un punto de vista puramente científico y sin prejuicios

Cuatro factores
Se debe tener presente que cada nuevo estado que aparece en los seres de este mundo, debe ser entendido no como “existencia que surge de la ausencia”, sino como “existencia que surge de la existencia”. O sea, de una entidad real que ha sido despojada de su forma anterior para asumir su forma actual.
Por lo tanto debemos entender que en cada surgimiento de este mundo existen cuatro factores; y que de estos cuatro factores juntos surge ese nuevo estado. Estos son:
A.     La base.
B.     La relación de causa y efecto. Esto está relacionado con el atributo mismo de la base, la cual permanece inalterada.
C.     La relación causa-efecto interna, que cambia como consecuencia del contacto con fuerzas externas.
D.     La causa y efecto de fuerzas ajenas, que actúan sobre ella desde afuera.
Y los aclararé uno por uno:
El primer factor: La base, la materia prima
A. La "base", es decir, la materia prima. Está relacionada con el mismo ser, pues "no hay nada nuevo bajo el sol"; y cualquier acontecimiento que ocurra en nuestro mundo, no es “existencia que surge de la ausencia”, sino más bien “existencia que surge de la existencia”. Es una entidad que se ha despojado de su forma anterior y que ha tomado otra diferente. Y esta entidad es la que llamamos "base". En ella radica la fuerza destinada a ser revelada y determinada al final de la formación de ese nuevo estado o surgimiento. Por lo tanto, es por cierto considerada su causa principal.
El segundo factor: La relación causa-efecto que resulta de sí mismo
B. Es una relación de causa-efecto que está relacionada con el propio atributo de la base, que no cambia. Tomen, por ejemplo, una espiga de trigo que se descompone en la tierra y como consecuencia de lo cual brotarán muchas espigas más. Así, esa fase de descomposición es lo que consideramos la "base". Es decir, que la esencia del trigo se ha despojado de su antigua forma, que es la forma del trigo, y ha tomado la forma del trigo descompuesto, que es la semilla que llamamos "base", y que ahora carece de forma alguna. Ahora, después de haberse descompuesto en la tierra se ha vuelto apta de vestirse en otra forma, que es la forma de muchas espigas de trigo, destinadas a crecer a partir de esa base que es la semilla.
Y es bien conocido por todos que esta base no está destinada a convertirse ni en cebada ni en avena, sino que sólo puede ser comparada con su antigua forma, de la cual se ha despojado: un mero tallo de trigo. Y si bien  es cierto que ha cambiado en cierto grado, tanto en calidad como en cantidad, puesto que en la forma anterior había solamente un tallo y ahora hay diez o veinte, en cuanto al gusto y al aspecto la esencia de la forma del trigo permanece inalterada.
Así, vemos que existe una relación de “causa y efecto” atribuida al propio atributo de la base, la cual nunca cambia. Pues jamás surgirá cebada de una espiga de trigo, como ya hemos mencionado. Esto representa el segundo factor.
El tercer factor: La relación interna de causa y efecto
C. Es la consecuencia de la relación interna de “causa y efecto” de la base la que cambia al entrar en contacto con fuerzas externas a su ambiente. Es decir, que vemos que a partir de una semilla de trigo, que se descompone en la tierra, crecen muchas espigas, a veces incluso más grandes y mejores que la que era antes de la siembra.
Por consiguiente debe haber factores adicionales implicados, que han colaborado con la fuerza oculta del ambiente, es decir, la "base". Y gracias a esto, las añadiduras en calidad y en cantidad que estaban ausentes en la forma anterior del trigo, ahora se han manifestado. Estos factores son los minerales y los materiales de la tierra, la lluvia y el sol. Todos ellos operan prestando sus fuerzas y participando con la fuerza de la base misma. Y conjuntamente con la relación de “causa y efecto”, han mejorado tanto la cantidad como la calidad en ese siguiente estado.
Debemos entender que este tercer factor se une al proceso interno de la base, pues es la fuerza oculta en ésta la que controla. Que al final de cuentas todos estos cambios pertenecen al trigo y no a alguna otra planta. Por lo tanto los definimos como factores internos. Sin embargo se diferencian en todo sentido del inmutable segundo factor, pues este tercer factor cambia tanto en calidad como en cantidad.
El cuarto factor: La  relación causa-efecto a través de fuerzas ajenas
Es la relación de “causa y efecto” a través de factores ajenos que actúan sobre la base desde afuera. Esto significa que no se trata de factores que tengan una relación directa con el trigo, tales como los minerales, la lluvia y el sol; sino que son factores ajenos a él, tales como las plantas cercanas; o acontecimientos externos como el granizo, el viento, etc.
Y pueden ver que esos cuatro factores se combinan en el trigo a lo largo de todo su crecimiento. Y en cada situación particular por la que el trigo pasa en el transcurso de ese período, está condicionado por estos cuatro factores. La calidad y la cantidad de cada estado son determinadas por ellos. Y tal como lo hemos descrito para el trigo, esta regla se aplica a toda aparición o cambio de estado en el mundo; incluso a los pensamientos e ideas.
Si por ejemplo nos imaginamos un estado conceptual cualquiera en un cierto individuo, tal como un determinado estado de religiosidad en alguna persona, o un ultra-ortodoxo, o menos ortodoxo, o intermedio; entenderemos que ese estado existe y ha sido determinado en el hombre a través de los cuatro factores explicados.

Posesiones hereditarias
El primer factor es la "base", que es la primera sustancia; pues el hombre es creado a modo de “existencia a partir de la existencia”, es decir de las mentes de sus progenitores. Resulta, por lo tanto, que hasta cierto punto es como copiar de un libro a otro. Es decir, que casi todas las cuestiones que eran aceptadas y que habían sido alcanzadas por sus antepasados, han sido copiadas en él.
Pero la diferencia está en que se encuentra en una forma abstracta. Muy parecida a la del trigo que fue sembrado y que es considerado aún una semilla hasta que se haya descompuesto y se haya despojado de su forma previa. Ocurre lo mismo con la gota de semen, de la cual nace el hombre. No existe en ella nada de las formas de sus antepasados, sino únicamente fuerza abstracta.
Pues las mismas ideas que eran conceptos en sus antepasados, se han convertido en meras tendencias en él, llamadas instintos o hábitos, que lo impulsan a actuar incluso sin saber por qué. Y son, en efecto, fuerzas ocultas que ha heredado de sus antepasados. De modo que no sólo se nos transmiten, a modo de herencia de nuestros antepasados, los bienes materiales; sino que las posesiones espirituales y todos los conceptos que nuestros padres habían abordado, también llegan a nosotros a modo de herencia de generación a generación.
Y de aquí surgen varias tendencias que encontramos en la gente: una tendencia a creer o una a criticar; una tendencia a conformarse con una vida material, o un deseo en pos de ideales; o despreciando una vida de conformismo; o siendo tacaño, o condescendiente, o insolente, o tímido.
Pues todas estas tendencias que aparecen en la gente no han sido adquiridas por ellas, sino que más bien son la herencia que sus antepasados les han legado. Es sabido que en la mente humana existe un lugar particular en donde residen estas tendencias. Se llama "médula oblongata" (cerebro alargado) o subconsciente; y todas las tendencias se encuentran allí.
Pero debido a que los conceptos de nuestros antepasados, fruto de sus experiencias, se han convertido en nosotros en simples tendencias, se considera que es igual al trigo sembrado que se ha despojado de su forma anterior y que ha quedado desnudo, pero poseyendo fuerzas potenciales que habrán de adquirir formas nuevas.  Y en nuestro caso estas tendencias están destinadas a asumir la forma de ideas, que por lo tanto son  consideradas la primera sustancia. Y este es el primer factor, llamado “base”. En ella residen todas las fuerzas de las tendencias particulares que el hombre ha heredado de sus progenitores, y que definimos como “herencia ancestral”.
Debe ser tomado en cuenta que algunas de estas tendencias se manifiestan de forma negativa; es decir, opuestas a aquéllas que se encontraban en los antepasados. Es por eso que se ha dicho: "Todo lo que está oculto en el corazón del padre, se hace evidente en el hijo".
La razón para esto es que la "base" se despoja de su forma anterior para revestirse en una nueva. Por lo tanto es similar a rechazar las formas de los conceptos de sus antepasados, como el trigo que se descompone en la tierra y pierde enteramente la forma del grano. Sin embargo, todavía depende de los otros tres factores.

La influencia del entorno
El segundo factor es el efecto directo de la relación de “causa y efecto” relacionada con el atributo mismo de la base, que no  cambia. Esto quiere decir, como lo hemos explicado con el trigo que se descompone en la tierra, que el entorno en el cual descansa la base, tales como el suelo, los minerales y la lluvia, el aire y el sol; actúa sobre la siembra, como ya lo hemos dicho, a través de una larga cadena de causa y efecto por medio de un proceso largo y progresivo, paso a paso, hasta que madura.
Y la base ha vuelto a tomar su forma anterior; es decir, la forma del trigo, pero con una calidad y cantidad diferentes. Y su aspecto general permanece completamente inalterado, pues no crecerán de ella ni cebada ni avena. Cambian en cuanto a su aspecto particular en cantidad, pues de una espiga salen una docena o dos docenas de espigas; y cambian en cuanto a su calidad, que es mejor o peor que la forma anterior del trigo.
Ocurre lo mismo aquí, pues el hombre, como una "base", es colocado en el entorno; o sea, en la sociedad. Y está forzado a ser influido por ella, al igual que el trigo por su ambiente, pues la base no es más que una forma en bruto. Así, a través del contacto con su entorno y con el ambiente, absorbe las impresiones de los demás a través de un proceso gradual, o través de una cadena de situaciones; una por una, como una relación de causa y efecto.
En ese momento las tendencias incluidas en su base toman la forma de conceptos. Si por ejemplo el individuo hereda de sus ancestros una tendencia a la tacañería, entonces cuando crezca construirá conceptos e ideas que lo predispondrán a ser tacaño y a ver las ventajas en ello. Así, aunque su padre hubiera sido generoso, él podría heredar de él la tendencia negativa; o sea, la tacañería, pues lo ausente es tan hereditario como la presente.
O si uno hereda de sus ancestros una tendencia a ser de mente abierta, construirá para sí mismo ideas de las que derivará conclusiones que confirmen que es bueno ser así. ¿Pero de dónde provienen todas esas conclusiones y razones? Uno las toma de su entorno, inconscientemente, ya que éste implanta sus opiniones y gustos en él mediante un desarrollo progresivo de relación causa y efecto.
Y todo esto se realiza de tal suerte que  el hombre las considera como propias; como si las hubiera adquirido a través de su libertad de pensamiento. Aquí también, al igual que con el grano del trigo, existe una parte inmutable de la base, que corresponde a las tendencias heredadas que permanecerán inalteradas respecto de las de sus ancestros.
Éste es el segundo factor.
EL hábito se vuelve segunda naturaleza
El tercer factor es el resultado directo de la ley de causa y efecto, por la cual atraviesa la base hasta alterarse. Pues debido a que, gracias al entorno, las tendencias heredadas en el hombre se han convertido en conceptos, vemos que aquéllas trabajan en la dirección que estos conceptos definen. Por ejemplo, un hombre de naturaleza tacaña, cuya tendencia se ha convertido en un concepto a través de la sociedad, podrá ahora comprender la tacañería desde un punto de vista razonable.
Supongamos que este comportamiento le sirve de  mecanismo de defensa, para evitar depender de otros. Vemos que esta persona se encuentra en una escala de tacañería; y si desapareciera ese temor del cual se está defendiendo, podría abandonar este rasgo por algún tiempo. Así resulta que habría cambiado para bien respecto de la tendencia original que había heredado de sus antepasados. A veces uno incluso logra extirpar totalmente una mala tendencia. Esto se obtiene a través del hábito, que puede llegar a convertirse en una segunda naturaleza.
En cuanto a esto, la fuerza del hombre es mayor que la de una planta, ya que el grano de trigo no puede cambiar más que en su parte interna; mientras que el hombre posee la facultad de cambiar a través del poder de la relación de causa y efecto del entorno, incluso en las partes generales. Esto quiere decir extirpar totalmente una tendencia y volcarse a la opuesta.
Factores externos
El cuarto factor es el comportamiento de la ley de causa y efecto que afecta la base por medio de fuerzas que son completamente ajenas a ella, y que actúan sobre ella desde afuera. Es decir, que estas fuerzas no están relacionadas con el proceso de crecimiento de la base, actuando directamente sobre ella; sino que en cambio operan sobre ella indirectamente. Por ejemplo: los problemas económicos, la dura carga de la vida diaria, los vientos, etc., que en sí mismos desencadenan un completo, lento y gradual orden de situaciones a través de la ley de causa y efecto, que transforman los conceptos del hombre para bien o para mal.
Así pues, he presentado los cuatro factores naturales de los cuales cada uno de los pensamientos e ideas que vienen a nuestras mentes son sus productos. Y aunque el hombre se sentara a meditar el día entero, no sería capaz de agregar o de cambiar nada a lo que esos cuatro factores le proporcionan. Cualquier adición que pueda realizar, será en cantidad: ya se trate de una inteligencia mayor o de una menor, no podrá agregar lo más mínimo en cuanto a la calidad. Esto se debe a que estos factores determinan en nosotros el tipo y forma de la idea y de la conclusión de una manera contundente. Así, pues, estamos en manos de estos cuatro factores, como la arcilla en las manos de un alfarero.

Libre albedrío
Sin embargo, cuando examinamos estos cuatro factores, encontramos que aunque nuestra fuerza no alcance para enfrentar el primer factor, que es la "base", aún disponemos de la capacidad y del libre albedrío para protegernos de los otros tres factores mediante los cuales la base cambia en sus partes individuales. A veces también cambia en su parte general por medio del hábito, que lo dota de una segunda naturaleza.
El ambiente como un factor
Esa protección implica que siempre podemos agregar algo al elegir nuestro entorno, que está comprendido por los amigos, los libros, los maestros, etcétera. Al igual que una persona que ha heredado de su padre unas pocas espigas de trigo; que puede hacer crecer, a partir de esta pequeña cantidad, docenas de espigas por medio de su elección del ambiente adecuado para su "base", que sería la tierra fértil, con todos los minerales necesarios y los recursos necesarios y materias primas para nutrirla de manera abundante.
Existe también la cuestión del trabajo de mejorar las condiciones ambientales para satisfacer las necesidades de la planta y de su crecimiento, pues el sabio hará bien en elegir las mejores condiciones, y encontrará bendición en su trabajo. En cambio el necio tomará lo que sea que encuentre ante sí, y así hará de su siembra una maldición, en lugar de una bendición.
Así, todo su mérito y su espíritu dependen de la elección del ambiente en el cual sembrar el trigo. Pero una vez que ha sido sembrado en el lugar elegido, su forma entera estará determinada por la medida de lo que el ambiente pueda proveerle.
Tal es el caso con el tema en cuestión, pues es cierto que la voluntad no es libre, sino que está marcada por los cuatro factores anteriores. Y uno se ve forzado a pensar y a examinar como ellos sugieren, desprovisto de cualquier posibilidad de escrutinio o de cambio, al igual que el grano de trigo en su ambiente.
Sin embargo existe libre albedrío para elegir, al principio, un entorno que le provea buenos conceptos: libros y otras guías de este tipo. Y si uno no lo hace, y en cambio prefiere introducirse en cualquier ambiente y leer cualquier libro que caiga en sus manos, estará sujeto a caer en un mal ambiente, o a desperdiciar su tiempo en libros inútiles, que son abundantes y más fáciles de encontrar, y que lo obligan a incurrir en concepciones desviadas que lo llevarán a pecar y a condenar. Ciertamente será castigado; no debido a sus pensamientos y acciones malvados, respecto de los cuales no tiene elección alguna, sino porque no escogió el ambiente adecuado, ya que como hemos visto, en eso definitivamente existe una elección.
Por lo tanto, quien se continuamente esfuerza  en escoger un ambiente mejor, es digno de alabanza y de recompensa. Pero también aquí, no debido a sus buenas acciones o pensamientos, los cuales se manifiestan en él sin que los elija, sino por su esfuerzo de conseguir un buen ambiente que le brinde estos pensamientos y acciones buenos. Como el Rabí Yehoshua Ben Perajia dijo: "Hazte de un maestro y cómprate un amigo".
El deber de elegir un buen ambiente
Ahora se pueden comprender las palabras de Rabí Yosi Ben Kisma (Avot 86), quien en respuesta a una oferta de mudarse a otra ciudad, pagándosele por ello miles de monedas de oro, contestó: "Aunque me diera todo el oro y la plata, y todas las  joyas del mundo, viviré sólo en un lugar de Torá".
Estas palabras suenan demasiado sublimes para nuestra mentes simples, pues ¿cómo puede ser que haya renunciado a miles de monedas de oro por algo tan trivial como vivir en una lugar donde no haya discípulos de la Torá, cuando él mismo era un gran sabio que no necesitaba aprender de nadie? ¡De verdad, un gran misterio!
Pero, como hemos visto, es algo sencillo que debe ser observado por todos y cada uno de nosotros. Pues aunque cada uno posea "su propia base", las fuerzas no se revelan abiertamente, sino a través del ambiente en el cual uno se encuentra. Ocurre lo mismo con el trigo sembrado en la tierra, cuyas fuerzas no se manifiestan, sino a través del ambiente, que está comprendido por la tierra, la lluvia y la luz del sol.
De este modo el Rabí Yosi Ben Kisma asumió correctamente que si abandonaba el buen ambiente que había elegido e iba a parar a un ambiente dañino, es decir, a un lugar sin discípulos de la Torá, no solamente se verían comprometidos sus conceptos previos, sino que todas las demás fuerzas ocultas en su base, que aún no había revelado en acción, permanecerían ocultas. Esto se debe a que no estarían circunscriptas al ambiente adecuado que las pudiera activar.
Y como lo hemos explicado antes, sólo en lo referente a la elección del ambiente se mide el control que un hombre tiene sobre sí mismo, y por esto se hace digno de alabanza o de castigo. Por eso uno no debería sorprenderse al ver a un hombre sabio como el Rabí Yosi Ben Kisma elegir el bien y rechazar el mal; y por no haberse tentado con cosas materiales y corporales, como se deduce aquí: "Cuando uno muere no se lleva consigo plata u oro, o joyas, sino sólo las buenas acciones y la Torá". Y entonces nuestros sabios nos advirtieron: "Hazte de un maestro y cómprate un amigo", así como elegir los libros adecuados, como ya ha sido mencionado. Pues sólo por esto puede uno ser reprendido o elogiado. O sea, por la elección del entorno. Pero una vez que ha elegido ese entorno, está en sus manos como la arcilla en las manos del alfarero.
El control de la mente sobre el Cuerpo
Algunos sabios hombres contemporáneos, luego de haber meditado sobre el tema anterior, y viendo  cómo la mente del hombre no es más que el fruto que crece a partir de los acontecimientos de la vida, concluyeron que el cerebro no posee control alguno sobre el cuerpo, sino que son solamente los acontecimientos de la vida, grabados en la corteza del cerebro, los que controlan y activan al hombre. Y la mente de un hombre se asemeja a un espejo que refleja las formas que están delante de sí, pues aunque el espejo sea el portador de estas formas, no puede activarlas ni moverlas.
Lo mismo ocurre con la mente. Aunque ésta pueda observar y reconocer los acontecimientos de la vida en todos sus niveles de causa y efecto, en última instancia sigue siendo incapaz de controlar al cuerpo para ponerlo en movimiento Es decir, acercarlo más al bien o alejarlo más del mal, porque lo espiritual y lo físico están completamente alejados uno del otro. Y no puede existir ningún instrumento intermediario entre ellos para permitir a la mente activar al cuerpo y actuar sobre él, como lo hemos explicado en profundidad.
Pero allí donde ellos aciertan, también yerran. Porque la imaginación del hombre le sirve como el microscopio sirve al ojo, sin el cual no podría observar ninguna cosa dañina debido a su minúsculo tamaño. Pero en cuanto ha observado el factor dañino a través del microscopio, se distancia del mismo.
Resulta que es el microscopio el que lleva al hombre a distanciarse del elemento dañino, y no el sentido en sí mismo, pues el sentido no lo había detectado en un principio. Y en ese grado el cerebro controla totalmente el cuerpo del hombre para distanciarlo del mal y acercarlo al bien. Esto quiere decir que en todos aquellos campos en los cuales el atributo del cuerpo falla en reconocer al factor como benéfico o como dañino, allí necesita del ingenio de la mente.
Además, ya que el hombre conoce su mente, que es un resultado verdadero de las experiencias de la vida, puede tomar la inteligencia y el conocimiento de una persona de confianza, y aceptarlos como una ley, aunque los acontecimientos de su vida aún no le hayan revelado estos conceptos. Ocurre lo mismo con la persona que pide consejo a un médico, y que le obedece aun cuando no entienda nada con su propia mente. De este modo uno usa la mente de otros tanto como usa la suya propia.
Como lo hemos aclarado antes, existen dos caminos a través de los cuales la providencia se asegura de que el hombre llegue a ese objetivo resuelto. Estos son:
A.     El camino del sufrimiento
B.     El camino de Torá
Toda la claridad en el camino de la Torá se deriva de eso. Pues respecto de estos claros conceptos que fueron revelados y reconocidos luego de una larga cadena de acontecimientos en las vidas de los profetas y de otros hombres de Dios, finalemente llega un hombre que los utiliza plenamente y se beneficia de ellos como si estos conceptos provinieran de los acontecimientos de su propia vida. Así, puede verse que uno se libera de todas las dificultades que debe experimentar antes de poder desarrollar esa mente clara por sí mismo. De este modo se ahorra tiempo y sufrimiento.
Esto puede compararse con un hombre enfermo que no desea obedecer las órdenes del médico sin antes entender cómo aquel tratamiento lo podría curar, y comienza a estudiar medicina. Podría morir por su enfermedad antes de llegar a entender la sabiduría de la medicina.
Así es el camino del sufrimiento, en oposición al camino de la Torá. Pues quien no cree en los conceptos que la Torá y las profecías le aconsejan adoptar sin entendimiento previo, deberá alcanzarlos por sí mismo. Es decir, sólo siguiendo la cadena de causa y efecto ligada a los acontecimientos de su vida, que son experiencias que aceleran el proceso y capaces de desarrollar el sentido del conocimiento del mal en sí mismo, como lo hemos visto, y sin pedirle su opinión, pero porque se esfuerza en conseguir un ambiente bueno que lo llevará a reconocer esos buenos pensamientos y acciones.
Clase con el Rav. Laitman

Yo tengo que iluminar la materia, para eso vine a la tierra, hice ese pacto con mi amado dios, materializar, la conciencia y la luz, hacer las cosas mejor que antes y poder cumplir con la misión de evolucionar.






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