Quizá no te agrade pero unidos nos levantamos y unidos caemos porque unidos estamos.


Para darnos cuenta de que somos una sola alma, tenemos que querer sentirnos así. Esta simple regla recorre la Kabbalah y la espiritualidad: no coerción. En otras palabras tu no entiendes lo que no quieres entender.


Las células de nuestro cuerpo "no piensan" que trabajan juntas, sólo funcionan como un cuerpo común. De hecho la biología proporciona el modelo perfecto de lo que la Kabbalah describe como el alma común.


Cuando un bebé crece en el vientre de su madre, en cuanto las células comienzan a diferenciarse sucede un hermoso acontecimiento: empiezan a comunicarse y a cooperar entre sí. Mientras más diferenciadas se hacen, más se ven obligadas a cooperar.


A semejanza de nuestros cuerpos nuestras almas pueden trabajar de manera coopeativa. Podemos vivir como unidades separadas, como lo hacen las criaturas unicelulares, pero todos sabemos que las criaturas unicelulares son el extremo final de la pirámide de la naturaleza. Por el contrario las criaturas en la parte superior de la pirámide están constituidas por muchos tipos de células dónde cada una de ellas sólo puede realizar una función y todas funcionan como una unidad.


La Kabbalah está abierta para todos y es estudiada por muchos: por tanto, es indudable que a nivel individual la mayoría de nosotros logrará tanto como las grandes cabalistas del pasado. Empero, como unidad podemos lograr mucho más de lo que núnca antes se ha logrado.


Por esta razón, los cabalistas contemporaneos enfatizan la importancia de dispersar el conocimiento sobre la Kabbalah. Ellos quieren que el mundo la conozca para que más "células" se unan al trabajo colectivo del alma, es decir, del cuerpo espiritual.
Rav Laitman

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