Después de la pandemia, todos quedamos tocados.
Nos enfrentamos a una realidad diferente, incomprensible, que nos sacó de nuestra zona de control.
En lugar de volvernos más pacientes y comprensivos, pareciera que algo en nosotros se aceleró…
Nos volvimos más impacientes, más ansiosos y, en cierto modo, más violentos. Creo que ahora la pandemia es: La ansiedad.
Como dice la Abuela Lupita Maldonado:
"La prisa es violencia".
Y quizá hoy, sin darnos cuenta, estamos viviendo con más prisa que nunca.
He observado —y una buena amiga coincidió conmigo— que incluso en las conversaciones cotidianas hemos perdido la paciencia de escuchar.
Entre amigas, amigos o familia, nos interrumpimos;
no dejamos terminar un relato;
cambiamos de tema antes de que el otro haya cerrado su idea.
No es mala intención: es el ritmo que adoptamos, el reflejo de una ansiedad que ya se instaló en nuestras costumbres.
Pero este hábito nos está robando algo valioso: la posibilidad de escuchar de verdad.
Cultivar el silencio para escuchar conscientemente
El silencio no es solo callar para pensar; también es callar para dejar espacio al otro.
Escuchar no significa estar esperando nuestro turno para hablar, sino abrirnos para recibir la historia, la emoción y el mensaje que el otro trae.
Ese silencio es un acto de humildad y de amor.
Un pequeño reto para esta semana:
Elige una conversación y practica escuchar sin interrumpir, sin adelantar conclusiones, sin contar tu experiencia antes de que el otro acabe.
Cuando tengas el impulso de hablar, respira y espera unos segundos más.
Observa cómo cambia la energía de ese diálogo y cómo el otro se siente más visto y comprendido.
Elige una conversación y practica escuchar sin interrumpir, sin adelantar conclusiones, sin contar tu experiencia antes de que el otro acabe.
Cuando tengas el impulso de hablar, respira y espera unos segundos más.
Observa cómo cambia la energía de ese diálogo y cómo el otro se siente más visto y comprendido.
En tiempos donde la prisa se volvió norma, escuchar en silencio es un acto de resistencia y sanación. Es un regalo que nos damos mutuamente… y que el alma sabe agradecer.
💛 Cuéntame en los comentarios:
¿Hace cuánto no tienes una conversación donde te sientes realmente escuchado?