Hoy vuelvo a mi rincón cibernético, ese lugar invisible que, sin embargo, me conecta con tantas almas en el camino.
Con quienes navegan en busca de sentido.
Con los que saben que son luz.
Y con los que llegan aquí por accidente… o por destino.
A veces escribo sin entender del todo lo que escribo.
No sé si lo dicta mi corazón, mi razón o esa parte más alta de mí que apenas alcanzo a comprender.
Solo sé que debo transmitirlo, porque es mi oficio y mi misión.
Y hoy quiero dejarte un adelanto de algo que me llegó hace días…
¿Te has preguntado alguna vez por qué sigues de fracaso en fracaso?
¿Por qué las oportunidades que deseas no llegan?
¿Por qué, aunque te esfuerces, el resultado es siempre el mismo?
Todos, en algún momento, nos hemos quedado atrapados en esas preguntas.
Y ahí seguimos… estancados, girando en los mismos círculos.
Hablamos de romper cadenas de dolor, de cortar lazos kármicos, de cambiar de vida, de soltar lo viejo para que entre lo nuevo… pero, en el fondo, seguimos aferrados a lo que nos daña.
Decimos querer avanzar, pero seguimos en pausa.
Y así no se puede sanar.
Cuando no sanas, no caminas.
Y si no caminas, la vida se convierte en un cuarto oscuro donde solo esperas que algo o alguien venga a rescatarte.
Pero nadie puede hacerlo por ti.
La clave está en empezar por dentro.
Antes de esperar milagros, hay que abrir la puerta:
Deshacerte de tus creencias limitantes
Poner voluntad en tus acciones
Crear nuevos hábitos
Soltar tus apegos
Creer en ti
Amarte sin condiciones y perdonarte
Aceptarte con tus luces y tus sombras
Reconocer tu egoísmo y cambiarlo por la ley del amor altruista
Sanar no es un lujo, es una urgencia.
Porque solo quien sana, avanza.
Seguiré transmitiendo este mensaje… porque sé que a alguien, hoy, le hace falta leerlo.
Klaus